La escritora Isabel Allende nos dejó un relato sobre su infancia que conmueve e inspira. De niña, su madre le había asignado una pared de la casa para que vuelque allí su creatividad. Manchones, dibujos, pequeñas manos marcadas y cuanto se le ocurriese. La pared era su mundo. Cuando se cambian de casa, la madre ya no la deja ensuciar las paredes y a cambio le da un cuaderno, diciéndole que era su nuevo espacio interior. Allí es donde comienza a escribir y a volcar en las páginas todo lo que antes garabateaba en la pared. Fue una manera sabia y mágica de preservar su creatividad y su impulso artístico. Como la madre de la escritora, muchos padres jóvenes sostienen una lucha persistente para que la niñez siga garabateando sobre papeles, pintando, escribiendo, mientras avanzan las pantallas multimediales ansiosas de arrebatar la creatividad y la espontaneidad de la mente y el corazón de los niños. Publicidades engañosas proponen la felicidad en pantallas de celulares que han incrementado el nerviosismo, la violencia, la pérdida de la cultura digital (ya los niños no quieren escribir) y se erigen como una ventana abierta a nuevas amenazas como la ludopatía. “Abandono de persona” sería el término legal que deja a los niños expuestos durante horas interminables a las pantallas y redes sociales, tan peligrosas como una selva llena de depredadores. Por una niñez a salvo del exceso de tecnología y por los padres que proponen alternativas amorosas para preservar la infancia y proteger a la sociedad de nuevas y previsibles tragedias existenciales.

Graciela Jatib

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